15 de junio de 2019

35. Tengo frío y miedo.

Yo nos cumplo las promesas
con los ojos cerrados
hablándote de espaldas
sintiendo
cómo tú corres por la puerta de atrás.

Eras la mentira más falsa e irreal que me hice creer.
Debí dejar de agarrarme las piernas a abrazos,
de secarme los ojos cuando lloraba para que no lo vieras,
de cercarme las esquinas cuando estaba más perdida que sola
para intentar guiarme en la oscuridad.

—En mi oscuridad me veo
en tu luz deambulo
y aquí me pierdo—

Camino hacia el norte
hasta que el norte se vuelve sur,
se juntan
y tú y yo ya no.
Y quise irme,
iluminé mi camino
enojada
triste
mojada
quise entender
que quizá primero tenía que irme aún estando
probar
besarte y odiarte
tocarte y no sentir deseo
hablarte y no necesitar tu voz.

El techo quedó en mi suelo
y mi sueño se inundó.

Lo que no te mata te deja con ganas.
Y yo sigo con ganas de despertarme a tu lado.
Me perdí en tus sábanas
y pasé frío.
Me mojaba la cara antes de dormir
para dejar de soñar contigo.
La soledad a veces es eso
dormir con alguien y soñarlo,
sentir la tormenta dentro
y que no hayan brazos salvadores.

Lo que no te mata te deja con ganas:
de sentirte querida,
de sentirte segura,
de que no te dé miedo la sombra al otro lado de la cama,
de que dormir
no se trate de engañar al reloj,
de que cada vez que tenga que bajar la música
sea
para escucharte
y no
para callar recuerdos.

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